¿Quien destruyó esa isla? – pensé.
El cemento había inundado las aceras y los restaurantes el horizonte. La búsqueda de la supervivencia y luego el bienestar económico, remplazaron la jungla y las finas arenas blancas con plásticos y alojamientos de lujo.
Si bien en algún momento, fue el paraíso para jóvenes cantantes con guitarras en busca de la libertad de expresión y harmonía, ya poco quedaba de todo ello.
Los Balineses se negaban a olvidar a sus dioses y lograron su presencia en cada esquina, aunque eso no era suficiente para proteger su isla.
¿Quien destruyó esa isla? – repetí para mis adentros.
¿Quien ?